domingo, noviembre 18, 2007

Fernando Pessoa








"Suave, como tener madre y hermanas,
la tarde rica desciende...
No llueve ya, y el vasto cielo
es una gran sonrisa imperfecta...
Mi conciencia de tener conciencia de ti
es una prez,
y mi saberte sonriendo
es una flor mustia en mi pecho...

¡Ah, si fuésemos dos figuras
en una lejana vidriera!...
¡Ah, si fuésemos los dos colores
de una bandera de gloria!...
Estatua acéfala retirada a un lado,
polvorienta pila bautismal,
pendón de vencidos que tuviese escrito
en el centro este lema:
¡Victoria!"



Versión de Rafael Díaz Borbón

miércoles, noviembre 07, 2007

Sin título VII







“El coronel no tiene quien le escriba” revivió mi insanidad. Tomé lápiz, papel y le escribí:


“Es fiel a sus convicciones al no cambiar, por nada, un segundo de su memoria.
En la carencia absoluta, lo único que no se pierde es el pasado, los momentos de felicidad que no se repiten”.

Doblé el papel despacito, y mientras miraba y moría en el vacío nacía un barco entre mis manos. Lo dejé sobre la mesa y salí a caminar. Cuando regresé, el barco continuaba,
detenido, en el mismo lugar. Lo tomé, lo desdoblé y volvió a su esencia; no tenía timón, volvió a ser papel. Entonces escribí:

“Coronel, créame, soy un personaje, como usted. Me infiltré en su vida. Nos han escrito al revés: cuando todo debiera ser tranquilo y placentero nos sentimos desgraciados y enfermos; como el asma, que suele presentarse en noches frías y húmedas pero también en los veranos, mientras compartimos la espera de una carta que nunca llega”.

Me levanté, rasgué el papel en muchas partes que convertí en una gran lluvia de pájaros, palomas mensajeras, impares pares de alas cansadas vomitando un destino
sin dirección.
Apreté mis dientes y tragué saliva antes de hablarle al Coronel y enfrentar la intemperie.

“Présteme su paraguas, amigo; ayúdeme con esta lluvia desatinada”

sábado, noviembre 03, 2007

http://esceptico2007.blogspot.com









sábado 3 de noviembre de 2007

Solución de continuidad.




Adiós vieja, El espectáculo debe continuar. Las dos últimas entradas hablan por sí mismas. Hablan entrecortadas, repletas de emoción, pero no lo dicen todo. He sido terriblemente irresponsable con ustedes. Puede que injusto.

A la 1:14 de la madrugada del uno de noviembre perdíamos a Angelina, mi madre. Tenía el amor mucho más grande que el corazón. Así, se le reventó la vida, se le cercenó la aorta y se le fue el aliento. Toda su energía parecía desvanecerse; irradiar hacia un universo lejano, frío y agradecido.

Días antes, el veinte de octubre a las 14:06 se produjo el único acontecimiento capaz de rivalizar en importancia con esta dolorosa muerte: nacía Sigfrid, mi tercer hijo. Ser testigo del parto, de su repugnante belleza, me convirtió en un semidiós inexpugnable. Cuando su cabecita empapada emergió por la boca sagrada de la hembra, me fue dado contemplar el traspaso de poder: todos los misterios de la vida, los que el cosmos guarda para los elegidos que saben sonreír a diario, que hacen del silencio una de sus mejores armas y de la negociación discreta su herramienta, por una sinapsis extraña, comenzaron a fluir desde ella hasta él.

Algún demiurgo amable decidía no condenarnos a una soledad definitiva.




-Escéptico-

viernes, noviembre 02, 2007

La que se encontró












"Me gustan los besos
los mojados
de hombres cansados
de arrebatos


Me gustan los besos
los que caen como versos
al vacío de un alma de papel


Me gustan los besos
los besos chiquitos
creciendo y haciéndose grandes
para morirse
ahogados en la miel"


La que se encontró lloró estos versos
pobres versos mudos
solo para él


para el de los besos mojados
el hombre ciego y cansado
tan sordo de hiel


el hombre perdido de él