lunes, marzo 31, 2008

No, Gracias.

insisto en que las reglas no son justas
insisto en denunciarles la estrategia
y no voy a aceptar que me discutan
lo que mis ojos ven
ni lo que siento

si para involucrarse en este juego
yo debo acostumbrarme
les dejo la partida a los idiotas

no moveré las piezas
desbaraté mi rey en el comienzo

en este juego absurdo que proponen
no admito mi bandera a media asta
tampoco que la hoja de instrucciones
prescinda del vocablo dignidad

porque este reglamento que defienden
es sucio
huele mal
y me avergüenza

porque yo no comulgo con tramposos
ni con quienes hicieron
un arte de mentir
y traicionarse

y a ti que participas te pregunto
si en realidad disfrutas la partida
si honestamente puedes divertirte
sabiendo que aún ganando estás perdiendo
y que apostaste todo
por tan poco


El Margen De Error








http://elmargendeerror.blogspot.com/

jueves, marzo 20, 2008

Levi

El Gran Secreto
Eliphas Levi


Sabiduría, moralidad, virtud: palabras respetables, pero vagas, sobre las cuales se disputa desde hace muchos siglos pero sin haber conseguido entenderlas.

Querría ser sabio, mas ¿tendré yo la certeza de mi sabiduría, mientras crea que los locos son más felices y hasta más alegres que yo?

Es preciso tener buenas costumbres, pero todos somos algo niños: las moralidades nos adormecen. Y es que nos enseñan moralidades tontas que no convienen a nuestra naturaleza. Hablamos de lo que no nos interesa y pensamos en otra cosa.
Excelente cosa es la virtud: su nombre quiere decir fuerza, poder. El mundo subsiste por la virtud de Dios. Mas ¿en qué consiste para nosotros la virtud? ¿Será una virtud para enflaquecer la cabeza o suavizar el rostro? ¿Llamaremos virtud a la simplicidad del hombre de bien que se deja despojar por los bellacos? ¿Será virtud abstenerse en el temor de abusar? ¿Qué pensaríamos de un hombre que no andase por miedo de quebrarse una pierna? La virtud, en todas las cosas, es lo opuesto de la nulidad, del sopor y de la impotencia.

La virtud supone la acción; pues si ordinariamente oponemos la virtud a las pasiones es para demostrar que ella nunca es pasiva.

La virtud no es solamente la fuerza, es también la razón directora de la fuerza. Es el poder equilibrante de la vida.

El gran secreto de la virtud, de la virtualidad y de la vida, sea temporal, sea eterna, puede formularse así:

El arte de balancear las fuerzas para equilibrar el movimiento.

El equilibrio que se necesita alcanzar no es el que produce la inmovilidad, sino el que realiza el movimiento. Pues la inmovilidad es muerte y el movimiento es vida.

Este equilibrio motor es el de la propia Naturaleza. La Naturaleza, equilibrando las fuerzas fatales, produce el mal físico y la destrucción aparente del hombre mal equilibrado. El hombre se libera de los males de la Naturaleza sabiendo sustraerse a la fatalidad de las circunstancias por el empleo inteligente de su libertad. Empleamos aquí la palabra fatalidad, porque las fuerzas imprevistas e incomprensibles para el hombre necesariamente le parecen fatales, lo que no indica que realmente lo sean.

La Naturaleza ha previsto la conservación de los animales dotados de instinto, pero también dispone todo para que el hombre imprudente perezca.

Los animales viven, por así decirlo, por sí mismos y sin esfuerzos. Sólo el hombre debe aprender a vivir. La ciencia de la vida es la ciencia del equilibrio moral.

Conciliar el saber y la religión, la razón y el sentimiento, la energía y la dulzura es el fondo de ese equilibrio.

La verdadera fuerza invencible es la fuerza sin violencia. Los hombres violentos son hombres débiles e imprudentes, cuyos esfuerzos se vuelven siempre contra ellos mismos.

El afecto violento se asemeja al odio y casi a la aversión.

La cólera hace que la persona se entregue ciegamente a sus enemigos. Los héroes que describe el poeta griego Homero, cuando combaten, tienen el cuidado de insultarse para entrar en furor recíprocamente, sabiendo de antemano, con todas las probabilidades, que el más furioso de los dos será vencido.

El fogoso Aquiles estaba predestinado a perecer desgraciadamente. Era el más altivo y el más valeroso de los griegos y sólo causaba desastres a sus conciudadanos.

El que hace tomar Troya es el prudente y paciente Ulises, que sabe siempre contenerse y sólo hiere con golpe seguro. Aquiles es la pasión y Ulises la virtud, y es desde este punto de vista que debemos tratar de comprender el alto alcance filosófico y moral de los poemas de Homero.

Sin duda que el autor de estos poemas era un iniciado de primer orden, pues el Gran Arcano de la Alta Magia práctica está entero en la Odisea.

El Gran Arcano Mágico, el Arcano único e incomunicable tiene por objeto poner, por así decirlo, el poder divino al servicio de la voluntad del hombre.

Para llegar a la realización de este Arcano es preciso SABER lo que se debe hacer, QUERER lo exacto, OSAR en lo que se debe y CALLAR con discernimiento.

El Ulises de Homero tiene, en contra de sí, a los dioses, los elementos, los cíclopes, las sirenas, Circe, etc., es decir, a todas las dificultades y todos los peligros de la vida.

Su palacio es invadido, su mujer es asediada, sus bienes son saqueados, su muerte es resuelta, pierde sus compañeros, sus navíos son hundidos; en fin, queda solo en su lucha contra la noche y el mal. Y así, solo, aplaca a los dioses, escapa del mal, ciega al cíclope, engaña a las sirenas, domina a Circe, recupera su palacio, libera a su mujer, mata a los que querían matarlo, y todo, porque quería volver a ver a Itaca y a Penélope, porque sabía escapar siempre del peligro, porque se atrevía con decisión y porque callaba siempre que fuera conveniente no hablar.

Pero, dirán contrariados los amantes de los cuentos azules, esto no es magia. ¿No existen talismanes, yerbas y raíces que hacen operar prodigios? ¿No hay fórmulas misteriosas que abren las puertas cerradas y hacen aparecer los espíritus? Háblanos de esto y deja para otra ocasión tus comentarios sobre la Odisea.

Si habéis leído mis obras precedentes, sabéis entonces que reconozco la eficacia relativa de las fórmulas, de las yerbas y de los talismanes. Pero éstos apenas son pequeños medios que se enlazan a los pequeños misterios. Os hablo ahora de las grandes fuerzas morales y no de los instrumentos materiales. Las fórmulas pertenecen a los ritos de la iniciación; los talismanes son auxiliares magnéticos; las yerbas corresponden a la medicina oculta, y el propio Homero no las desdeñaba. El Moly, el Lothos y el Nepenthes tienen su lugar en estos poemas, pero son ornamentos muy accesorios. La copa de Circe nada puede sobre Ulises, que conoce sus efectos funestos y sabe eludir el beberla. El iniciado en la alta ciencia de los magos nada tiene que temer de los hechiceros.

Las personas que recorren la magia ceremonial y van a consultar adivinos se asemejan a los que, multiplicando las prácticas de devoción, quieren o esperan suplir con ello la religión verdadera. Dichas personas nunca estarán satisfechas de vuestros sabios consejos. Todas esconden un secreto que es bien fácil de adivinar, y que podría expresarse así: «Tengo una pasión que la razón condena y que antepongo a la razón; es por eso que vengo a consultar al oráculo del desvarío, a fin de que me haga esperar, que me ayude a engañar mi conciencia y me de la paz del corazón».

Van así a beber en una fuente engañosa que después de satisfacerles la sed la aumenta cada vez más. El charlatán suministra oráculos oscuros y la gente encuentra en ellos lo que quiere encontrar y vuelve a buscar más esclarecimientos. Regresa al día siguiente, vuelve siempre, y de ese modo son los charlatanes los que hacen fortuna.

Los Gnósticos basilidianos decían que Sophia, la sabiduría natural del hombre, habiéndose enamorado de sí misma, como el Narciso de la mitología clásica, desvió la mirada de su principio y se lanzó fuera del circulo trazado por la luz divina llamada pleroma. Abandonada entonces a las tinieblas, hizo sacrilegios para dar a luz. Pero una hemorragia semejante a la que alude el Evangelio, le hizo perder su sangre, que se iba transformando en monstruos horribles. La más peligrosa de todas las locuras es la de la sabiduría corrompida.

Los corazones corrompidos envenenan toda la naturaleza. Para ellos el esplendor de los bellos días es apenas un ofuscante tedio y todos los goces de la vida, muertos para estas almas muertas, se levantan delante de ellas para maldecirlas, como los espectros de Ricardo III: «desespera y muere». Los grandes entusiasmos les hacen sonreír y lanzar al amor y a la belleza, como para vengarse, el desprecio insolente de Stenio y de Rollon. No debemos dejar caer los brazos acusando a la fatalidad; debemos luchar contra ella y vencerla. Aquellos que sucumben en ese combate son los que no supieron o no quisieron triunfar. No saber es una disculpa, pero no una justificación, puesto que se puede aprender. «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen», dijo el Cristo al expirar. Si fuese permitido no saber la oración del Salvador habría sido inexacta y el Padre nada hubiera tenido que perdonarles.

Cuando la gente no sabe, debe querer aprender. Mientras no se sabe es temerario osar, pero siempre es bueno saber callar.

¡Paz Profunda!

Este escrito forma parte de un artículo escrito por el insigne Alphonse Constant (Eliphas Levi) que, posteriormente, fue publicado como parte de su obra póstuma «El Gran Arcano del Ocultismo Revelado».

lunes, marzo 10, 2008

A








A.

A modo de despedida. Del libreto personal de A, febrero de 2008, fragmentos:




«La Verdad es aquello que produce resultado.»
BUDA




ALIADOS. Eso es lo que somos, lo que fuimos desde un principio y lo que siempre seremos. No es un compromiso ni una promesa, sino la expresión más íntima de nuestra naturaleza, el único modo en el que mi ser concibe y siente que puede estar ya en el mundo.


[...] Vivimos en un mundo en el que las cosas suceden a gran velocidad y el vértigo hace que muchas veces no reparemos en la lentitud de cierta belleza, en los detalles más frágiles de la historia. Por eso, y por el uso continuado y repetido de ciertas palabras en nuestra vida, algunas de ellas se gastan como lápices usados que cada vez van dejando un trazo más grueso y difuminado. Algunas de esas palabras pierden el filo y ya no nos sorprenden como antaño o, lo que es más importante, ya no les damos el mismo crédito.


[...] Y es que podemos asegurar muy pocas cosas en esta vida, porque la Verdad misma es un animal huidizo que va lanzando señuelos, y al tratar de descifrarlos perdemos demasiado tiempo, demasiada energía. Casi siempre las cosas son mucho más sencillas, y si realmente deseamos algo, vamos a por ello. Pero a veces no todo depende de nosotros, y aunque la fuerza de voluntad, el deseo y la esperanza sean capaces de incidir en la realidad misma para cambiarla, en ocasiones es esta la que nos moldea a nosotros, con un golpe inesperado del destino del que no podemos escapar. Lo encajaremos y superaremos o nos dejará abatidos, eso depende de nuestra fuerza interior. La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae. La vida nos pone delante las oportunidades para crecer o vivir algo intenso, para trascender, y sólo de nosotros depende aprovecharlas. Uno ha de ser valiente para no arrepentirse de haber dejado escapar algo, cuando tuvo su momento. Porque nunca sabrá qué hubiera sucedido. Y sólo hay dos maneras de conseguir evitar ese arrepentimiento: el olvido o la apuesta, dejarse vencer o dejarse ir, conformarse o luchar. Seguir la inercia de las cosas o marcar el propio ritmo, aunque cada elección suponga una renuncia y cada camino escogido deje atrás otros aún desconocidos.


*

AFINIDAD.
Una palabra amable que define aquellas cosas que alguien puede tener en común con otra persona. Un concepto que va directo al plano mental que nos hacemos del otro, sus gustos, sus costumbres, sus maneras, sus valores, todos aquellos mecanismos que hacen que una convivencia funcione, que ese pacto implícito sea conveniente y propicio para las dos partes. Pero a veces todas esas cosas dependen de factores tan frágiles, tan cambiantes, que uno no sabe si pertenecen más al ambiente, a la cultura en la que hemos crecido, a la herencia personal de cada uno, y a la voluntad de que las cosas funcionen a toda costa, que a nuestra verdadera esencia.

No miramos más que a través de un prisma heredado, y muy pocas veces logramos dar rienda suelta a nuestra verdadera mirada, aquella que nos revela al instante la naturaleza más íntima de las cosas, sin necesidad de pensarlas dos veces. Uno sabe cuándo tiene delante algo que le conmueve, sin tener que meditarlo. Uno percibe cuándo lleva dentro un sentimiento sincero, sin que le haga falta explicarlo, ni explicárselo a sí mismo, sobre todo. Hay cosas que suceden sin más, tan claras como el día y tan bellas como el ocaso, aunque nuestra mirada no acierte siempre a verlas, tras ese velo de nubes que la normalidad ha tejido con los años.

¿Quiénes seríamos si nuestra naturaleza pudiera conservarse intacta? ¿Llegaríamos a ser de veras alguien si no hubiéramos recibido todas esas influencias, conscientes o no? Nuestra personalidad se va formando por una combinación de ambas fuerzas, el exterior que nos va puliendo y el interior que se va definiendo cada vez más, conforme el tiempo y la experiencia van haciendo su trabajo.


[...] No puedo decirte si la afinidad sustenta o no las relaciones humanas, no sé si lo que construye de veras una convivencia feliz reside sólo en esas cosas, la conveniencia de un modo de vida, la tolerancia con el espacio propio del otro. Mi experiencia me dice que sí, que todo eso no sólo es útil, sino muy necesario. Pero también mi voz interior me deja claro que cuando un alma se siente en comunión con otra, a un nivel tan íntimo, todo lo demás deja de importar, todo lo demás acaba encajando, entrando en armonía por una suerte de ley natural.


*

ACTUAR.

[...] Vivir es actuar cuando la vida nos da pie, porque no hemos venido a ser espectadores, sino a escribir nuestra propia historia, el guión original que sólo nosotros podemos idear para ser felices, dignos y completos. Todos los seres humanos tenemos una responsabilidad con nuestra propia felicidad, y no podemos traicionarla con las estrategias de la mera supervivencia, ni mucho menos con el miedo. Vivir requiere valor, actuar requiere valor, pero sólo entonces nuestra vida se convierte en algo valioso de veras, en aquello que realmente vinimos a hacer a este mundo. Y si todos nos atrevemos a ser audaces, a no traicionar nuestra felicidad, conseguiremos además una realidad mejor, sin reproches, sin culpas que achicar en otros, un mundo en el que cada uno será responsable de su propia sabiduría, aquella que poco o nada tiene que ver con lo que cualquier persona normal esperaría de nosotros, ni con lo correcto o lo cabal —que suelen ser puntos de vista ajenos— sino con lo que nuestro ser interior necesita realmente para crecer en plenitud.


*

ATRAVESADO.

[...] Tengo miedo.
Tengo miedo de no ser valiente y arrepentirme después.
Tengo miedo de tener miedo y arrepentirme siempre.
Tengo miedo de ser demasiado valiente y estropear algo.




Publicado por Sergi Bellver el 26.2.08 37 huellas

Matices: De mi sed, Literalidad

miércoles, marzo 05, 2008

Por si no lo sabes...










si muriera esta noche mi cuerpo
y me enterraran mañana
por la mañana yo
ésta que ahora estoy
ya no estaría más
ya no estaría


y sin embargo quedita
mi alma desenterrada sería
de un ataúd perecible y de éste cuerpo ni mío
y se haría la alquimia
el corazón y la mente
y las palabras mías en tus adentros eternizaría


si muriera yo esta noche
ésta que ahora soy no partiría
como díscola y obstinada flor te perseguiría

como estos versos
versos que extrañan
versos que arañan el tiempo para quedarme en vos